Quedamos en juntarnos en el lugar de siempre. Victoria ya estaba ahí cuando yo llegué. Nos prendimos un pucho mientras esperábamos a Augusto.
Pasaba el tiempo y nos inquietábamos más. Sin el no podíamos partir.
En algún momento entre las 22 y las 23 el llegó; traía una bolsa en la mano.
-Tenia que asegurarme que todo estuviera bien, y que Lara no se entere de nada.- dijo Augusto.
-Esta bien…-
-Bueno, no importa. Ya vámonos.- me interrumpió Victoria.
Sabiendo perfectamente lo que teníamos que hacer, nos paramos, caminamos hasta el auto y nos subimos.
Vico llamó al genio de la nube blanca, y Augusto se puso a cantar algo que parecía una mezcla de bossa nova con aires de fito.
El viaje duró varios días, pero cuando llegamos, el tiempo ya no contaba.
Yo fui en busca de tabaco y Absolut al pueblo mientras Augusto prendía la estufa a leña y ella buscaba los libros, la música y las velas.
Para cuando regrese todo estaba listo.
Nos sentamos cerca del fuego, el frio nos comía los huesos. Cada uno tomo su vaso con Absolut y se envolvió en una manta.
Vico nos leyó las frases sin sentido aparente que había formado con fragmentos de sus libros favoritos.
Mientras yo abría la tercera botella, él saco la caja de la bolsa. Era una caja que parecía no tener tapa, ni ninguna abertura. No tenia fondo ni color fijo y brillaba de una manera fascinante. Era hermosa, tenía música propia y era fría y caliente a la vez.
-¡Pandora!- dijo Augusto.
Victoria suspiró
-La gran caja de Pandora- dijo Augusto.
La colocó despacio y con extremo cuidado sobre el parquet.
Brindamos mirándonos los tres a los ojos. No sabíamos que pasaría, si nos volveríamos a ver, si viviríamos o no; Pero si sabíamos que queríamos seguir hasta el final.
Llenamos nuestros cuerpos con la ultima gota de esplendor que quedaba, la ultima gota de libertad y de algo que nos hacia sentir vivos. Dimos las últimas pitadas, nos tomamos de las manos y comenzamos a pronunciar al unísono las frases que Victoria había armado.
Primero todo empezó a dar vueltas hasta que no distinguíamos nada a nuestro alrededor. El piso desapareció, el techo, ¿el techo? Creo que ya se había volado. La caja seguía inmóvil, sin participar del éxtasis del momento, y nosotros pronunciando las frases que empezaban a superponerse y parecían formar palabras en algo parecido al latín.
La caja se abrió... Despertamos cinco días después los tres tirados en el parquet, los vasos a pocos metros de nosotros, alguno medio trisado, y la cera pegada en el piso era lo único que se veía en contraste. Por lo demás pareciese que nada hubiera pasado.
Después de ordenar todo, sacarnos el olor al humo y otras cosas nos subimos al auto y volvimos a la “vida”. Nunca mencionamos ni volvimos a tratar lo que pasó aquel verano en la casa del boque.
1 comentario:
Mira... Sinceramente, lo mejor del texto soy yo. No te preocupes, no hace falta agradecerme. Yo te entiendo. Jajajaja, tu imaginación me asombra a cada día!
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