viernes, 12 de octubre de 2012

El hombre en el espejo


El hombre del espejo lo miro fijo. Tenía una mirada fría, calculadora, penetrante y cínica. Una mirada que buscaba los miedos ocultos de la persona del otro lado del espejo, para tomarlos y manipular así, a su antojo, a su víctima. La mirada del hombre en el espejo recordaba a la de un león que acecha a su presa, segundos antes de atacar.
Mariano no se animaba ni siquiera a mirar de reojo hacia el espejo. Sabía bien que el hombre de ahí estaba dispuesto a arrebatarle todo, hasta la propia vida si hacía falta.
Ya no recordaba cuando fue que apareció su opresor, este sujeto que había convertido su vida en un calvario. Mariano ya había perdido el valor de salir de su casa por temor a que este hombre que lo atormentaba apareciera en el espejo de algún baño público, o en el reflejo del vidrio de algún auto o edificio. En una ocasión, se emborracho, no sé si para juntar valor o perder el miedo, e intento sacar, romper o tapar todos los espejos de su casa, pero solo logro hacerse unos cortes en los brazos y en la cara.
Su vida ya había sido vaciada, con el pasar de los días solo contenía y acrecentaba su miedo, ese miedo absurdo a morir, a perder lo único que aun le pertenecía, lo único que estaba bajo su control, ya que el hombre del espejo le había quitado casi todo.
Con el pasar del tiempo, mariano olvido como se veía su sonrisa, que aspecto tenía su rostro, cuál era el color de sus ojos, no sabía si ya tenía canas o cuantas arrugas tenía en la cara. El miedo a toparse con un espejo en la calle lo llevó a encerrarse en su casa, y en sí mismo. Ya casi no recordaba cuando fue la última vez que cantó. Su vida de a poco iba olvidando el sentido de vivir, su alma iba desapareciendo como un arcoíris cuando se esconde el sol, el hombre en el espejo le fue quitando los colores a la vida de mariano. La única música que se oía en la casa era el rechinar de los viejos muebles de madera poco lustrados, el golpeteo de los platos al apilarlos, el ruidos de las ramas que arañaban las paredes los días de tormenta y el crujir de los escalones que llevaban al piso de arriba donde se encontraba la habitación de mariano.
La mañana del primero de octubre amaneció frio y nublado, con una ventisca un tanto molesta, como la de fines de otoño que arremolinan todas las hojas secas caídas alrededor de uno. Mariano se levanto alrededor de las 10 de la mañana y se quedo un poco más en la cama pensando un poco y ordenando las ideas revueltas que le habían quedado de la mezcla de sueños que había tenido. Luego de darse una ducha, bajó a desayunar y se preparo un licuado de frutilla; durazno y naranja ya que la mañana anterior había recibido el pedido de mercadería que hacia todas las semana a un supermercado cercano.
Esa mañana condimento su desayuno con música, puso en volumen máximo el concierto n1° para violín de Tchaikovski. Cuando termino de desayunar, no se molestó en lavar las cosas, es más, ni siquiera levantó la mesa. Subió hasta su cuarto, como disfrutando cada paso que daba, como si cada escalón que subía le extasiara el cuerpo.
Una vez en su cuarto saco una caja de madera llena de polvo que estaba arriba del armario color caoba, de madera un poco gastada y seca, por el sol que le entraba desde la ventana de enfrente, y producto también del descuido de mariano. Se sentó en la cama y de la caja sacó una foto que estaba un poco desteñida por el paso del tiempo. En la foto aparecía él, sonriendo, varios años atrás, apoyado sobre un tronco de un viejo algarrobo y abrazando a una chica un poco más chica que él, con una hermosa sonrisa en su cara, que parecía dibujada suavemente con un pincel en un lienzo de seda. Ella tenía el pelo suelto y parecía enredársele en el cuello. Un pelo que no era con rulos ni lacio, sino más bien una mezcla de los dos pintado del color del otoño. Las dos personas de la fotografía se veían tranquilas, en paz, algunos rayos del sol le pegaban en la cara y ellos le sonreían. Sonreían y disfrutaban el momento, solo les importaba el presente y le dejaban el futuro a la imaginación y el azar.
Debajo de la foto había una Colt .357 Magnum, y una caja de balas. Con suma tranquilidad, mariano tomo el arma, la soplo un poco para sacarle el polvo y luego la miro a contraluz. Acto seguido, tomo una y solamente una bala y la introdujo en el arma. Dejó la Colt sobre la cama y guardó la fotografía nuevamente en la caja, deteniéndose unos segundos para volver a observarla, y volvió a dejar la caja donde estaba antes. Tomó el arma con la seguridad que tiene un equilibrista para dar un paso sobre la cuerda floja a cien metro de altura, y salió de la habitación.
Antes de bajar por la escalera, se detuvo unos minutos en la ventana que daba al patio de su casa y observo con cierta melancolía como el viento iba desnudando suavemente el jacaranda que tenía en una esquina del fondo, y llenaba el cielo de las pequeñas flores lilas que parecían ser como un enjambre de mariposas o una bandada de pájaros jugando en lo lejos del cielo.
Una vez abajo, junto un poco de valor y se colocó enfrente del gran espejo que tenía entre el hogar a leña y una réplica de uno de los cuadros de Dalí. Volvía a sonar Tchaikovski y mariano empuño el arma con demasiada fuerza.
-Se que estas ahí- dijo mariano con voz temblorosa, mirando al espejo.
-Siempre estoy aquí mariano, ¿O alguna vez me despegue de vos?- respondió una voz desde el espejo.
-¿Esperando?- Pregunto mariano con un poco de miedo evidente- ¿Para qué?- volvió a cuestionar mariano.
-Para dejar de jugar con vos- respondió la voz que salía del espejo, con total seguridad.
Mientras a mariano le retumbaba esa frase en la cabeza, el hombre en el espejo hacia mímicas con la mano como si estuviera dirigiendo una orquesta, mientras todavía sonaba Tchaikovski.
-Los dos sabíamos que este día iba a llegar, y esa linda pistola con solo una bala, que cuelga de esa mano débil y temblorosa que siempre has tenido, solo te hará daño a ti- volvió a comentar el hombre del espejo.
-Ya me cansé de vos, de que formes parte de mi vida, de que tengas más control sobre ella que yo, ya te perdí el miedo- le dijo mariano elevando de a poco la voz.
-Pero si el que tiene el control de todo, sos vos mariano. Vos me trajiste hasta acá- dijo entre risas el hombre.
Mariano comenzaba a sudar. Sus ojos se movían de un lado a otro como buscando algo en el interior de su cabeza. Empezaba a inquietarse, la desesperación aumentaba, veía como el hombre del espejo dibujaba una sonrisa maliciosa. Empuño el arma con tanta fuerza que sentía como los dedos se acalambraban un poco.
-Cállate, cállate, no hables mas- grito mariano mordiéndose las muelas-No quiero escucharte nunca más.
Levantó el arma y apunto a la cabeza del hombre, mientras este simplemente se limitaba a reír.
-Dale cagon, apreta el gatillo, ¡disparame!-
-Te voy a sacar de mi vida, y de mi cabeza-
-La vida te vas sacar, te vas a volar la cabeza idiota- le gritaba el hombre desde el espejo riendo cada vez más fuerte.
Mariano dio unos pasos hacia el espejo y apoyo la pistola en la cabeza del hombre y de repente todos los músculos que tenia tensionados, se le relajaron, sintió un frio que le recorría todo el cuerpo aunque su cabeza le quemaba por dentro.
Sonrió, y apretó el gatillo. Y esa milésima de segundo antes de que el percutor impacte en la bala, se vio a si mismo sonriendo y apuntándose con el arma a la sien, a si mismo, y se reconoció en el espejo. Y con la última nota del concierto n1° para violín de Tchaikovski sonando en el aire, se escuchó un disparo que retumbo en toda la casa.