Grandes Esperanzas- novela de Charles Dickens
No fue fácil, pero lo hice. 9 días me hicieron falta para dejar un país atrás y toparme con otro. Cruzando varios pueblos en el camino y una cordillera que obliga a temerle y respetarla.
Vaya si sorprenden a uno las vueltas de la vida, fue el mismo Antoine el que me llevo por varios kilómetros de montaña sin descubrir por los soñadores de amapolas y otras flores.
La noche en la que llegue al primero de esos pueblitos pesqueros con un puerto de pinturas y pinceles, me metí en un bar, me senté en la barra y pedí whisky, y hielo. El de la barra me acercó un vaso de whisky, con un poco de hielo. Se lo devolví y le pedí la botella entera. Me senté en la mesa del rincón mas oscuro del lugar, esos rincones tan oscuros que no dejan ver ni el miedo que nos persigue. Empece a tomar lentamente, quería ahogar cualquier recuerdo de Jazmín, si seguía pensando en ella no iba a aguanta ni un día mas, y cegado por las intenciones de mi corazón terminaría arrojando la razón en algún basural que me quede de paso.
Acorde iba bajando el nivel de ese liquido ámbar en la botella, iba llenando segundos de lagrimas, hasta que se me acerco un señor que estaba en la mesa de al lado.
-Nunca te has puesto a pensar que las personas son una maquina de fabricar sentimientos.- me dijo.
Seguí mirando fijo la botella, y me seque los ojos con la manga de mi camisa.
-Algunos los esconden, pero en algún momento tienen que soltarlos todos juntos, y es ahí cuando los largamos como pequeñas gotitas de sentimientos, que salen por el lugar que refleja nuestra alma, los ojos.- continuó el anciano.
Bebí lo que quedaba en el vaso, y serví un poco en el vaso de él y en el mio.
- Es como una canilla que esta rota. Gotea sin parar, y por mas que le pongas un recipiente abajo, para que contenga esas gotas que caen como parte de una pesadilla, llega un momento en el que el recipiente se llena, se rebalsa y las gotas caen despojadas con violencia del alma que se encuentra desolada. Y estas lagrimas, recién son libres cuando terminan en el mar.-dijo el anciano.
- Nunca me creí el cuento de que las lagrimas van a parar al mar. Para mi las lagrimas se hacen nubes y se juntan en el cielo con nubes de lagos, de ríos, de océanos y de otras lagrimas. Y cuando se juntan todos los sollozos en el alba, se forman las nubes que hacen que llueva. Es por eso que pienso que la lluvia no es mas que las lagrimas de todos nosotros juntos, derramadas por el cielo.- le conteste al hombre, que me miraba como sorprendido de que hablara.
La conversación continuo por varias horas mas, pero ahora no recuerdo que fue lo que nos decíamos.
Desperté en la cabina del salvavidas, nada mas hermoso que levantarse y ver el mar, con sus olas furtivas rompiendo continuamente, enseñándonos a perseverar, a nunca bajar los brazos.
Me levante el pantalón como hasta las rodillas, camine un rato por el agua, pensando, pensando en estos 40 días lejos de casa; en que hacer, si volver, si seguir; si me faltaban cosas por aprender; en mis viejos, los extrañaba; en Jazmín, no paraba de pensar en ella!
Me tiré en la arena, saque un caleidoscopio y me puse a jugar con el.
Vaya si sorprenden a uno las vueltas de la vida, fue el mismo Antoine el que me llevo por varios kilómetros de montaña sin descubrir por los soñadores de amapolas y otras flores.
La noche en la que llegue al primero de esos pueblitos pesqueros con un puerto de pinturas y pinceles, me metí en un bar, me senté en la barra y pedí whisky, y hielo. El de la barra me acercó un vaso de whisky, con un poco de hielo. Se lo devolví y le pedí la botella entera. Me senté en la mesa del rincón mas oscuro del lugar, esos rincones tan oscuros que no dejan ver ni el miedo que nos persigue. Empece a tomar lentamente, quería ahogar cualquier recuerdo de Jazmín, si seguía pensando en ella no iba a aguanta ni un día mas, y cegado por las intenciones de mi corazón terminaría arrojando la razón en algún basural que me quede de paso.
Acorde iba bajando el nivel de ese liquido ámbar en la botella, iba llenando segundos de lagrimas, hasta que se me acerco un señor que estaba en la mesa de al lado.
-Nunca te has puesto a pensar que las personas son una maquina de fabricar sentimientos.- me dijo.
Seguí mirando fijo la botella, y me seque los ojos con la manga de mi camisa.
-Algunos los esconden, pero en algún momento tienen que soltarlos todos juntos, y es ahí cuando los largamos como pequeñas gotitas de sentimientos, que salen por el lugar que refleja nuestra alma, los ojos.- continuó el anciano.
Bebí lo que quedaba en el vaso, y serví un poco en el vaso de él y en el mio.
- Es como una canilla que esta rota. Gotea sin parar, y por mas que le pongas un recipiente abajo, para que contenga esas gotas que caen como parte de una pesadilla, llega un momento en el que el recipiente se llena, se rebalsa y las gotas caen despojadas con violencia del alma que se encuentra desolada. Y estas lagrimas, recién son libres cuando terminan en el mar.-dijo el anciano.
- Nunca me creí el cuento de que las lagrimas van a parar al mar. Para mi las lagrimas se hacen nubes y se juntan en el cielo con nubes de lagos, de ríos, de océanos y de otras lagrimas. Y cuando se juntan todos los sollozos en el alba, se forman las nubes que hacen que llueva. Es por eso que pienso que la lluvia no es mas que las lagrimas de todos nosotros juntos, derramadas por el cielo.- le conteste al hombre, que me miraba como sorprendido de que hablara.
La conversación continuo por varias horas mas, pero ahora no recuerdo que fue lo que nos decíamos.
Desperté en la cabina del salvavidas, nada mas hermoso que levantarse y ver el mar, con sus olas furtivas rompiendo continuamente, enseñándonos a perseverar, a nunca bajar los brazos.
Me levante el pantalón como hasta las rodillas, camine un rato por el agua, pensando, pensando en estos 40 días lejos de casa; en que hacer, si volver, si seguir; si me faltaban cosas por aprender; en mis viejos, los extrañaba; en Jazmín, no paraba de pensar en ella!
Me tiré en la arena, saque un caleidoscopio y me puse a jugar con el.